Los Reinos de Taifas
Con la caída
de la dinastía Omeya ,
al-Andalus se convirtió en un conglomerado de reinos independientes. Esta
situación había comenzado en 1009, cuando al-Andalus había perdido toda apariencia de unidad. El año 1031, que marca
la abolición final de la dinastía omeya, es en realidad una fecha arbitraria
para indicar el comienzo del dominio de los “reyes de taifas”.
Los caudillos locales: beréberes, amiríes, árabes y eslavos se fueron haciendo fuertes en sus territorios. Estos lideres
pertenecían a alguna familia o tribu (incluía a sus clientes y
soldados mercenarios) y habían sido gobernadores nombrados por los califas.
No había fronteras fijas, muchas de las
ciudades cambiaron de dueño con frecuencia, y podían distinguirse fácilmente
unos veinte o más estados.
Los reyes de
taifas dieron muestras de su mentalidad
tribal haciendo prevalecer el individualismo basado en fidelidades de
tribu y dependencia personal, en lugar de una conciencia nacional apoyada en le lengua, cultura o
religión. Los líderes luchaban entre
ellos, buscando alianzas entre musulmanes y cristianos.
Se caracterizaron por el aumento de la presión
fiscal, conflictos religiosos entre mozárabes, musulmanes y judíos (provocados
por la presión cristiana del norte – espíritu de cruzada), pero también por un indudable florecimiento
cultural.
Los reyes de
taifas se consideraban como el auténtico gobernante y adoptaban títulos
honoríficos y altisonantes. Sus cortes fueron réplicas de la corte califal.
Los reyes de
taifas vivían en perpetua pugna entre sí y al mismo tiempo eran objeto de
hostilidades por parte de las potencias cristianas del norte. Los reinos
cristianos hasta ese momento a raya inclinaron la balanza hacia ellos.
1.
Los
almorávides (1056-1147)
La situación
en el noroeste de África durante la primera mitad del siglo XI fue muy parecida
a Al-Andalus. Un grupo perteneciente a una poderosa tribu beréber y un
predicador de Qayrawan, Abd allh Ibn Yasin crean un nuevo celo religioso
(integrismo) y se recluyen en ribat.
Al principio
los almorávides(al-Murabitun) llevaron una vida devota de reclusión, llena de
dificultades y privaciones, pero al aumentar sus seguidores Ibn Yasin inició la expansión y hacia 1062 organizó el imperio entorno
a Marrakech.
Los reinos de
Taifas temieron, en principio, más a los almorávides que a los cristianos con
los que pactaron. Pero con la caída de Toledo en 1085 pidieron ayuda a los
almorávides.
En 1086 un
ejército almorávide cruzó el estrecho. En sagradas derrotan a Alfonso VI, pero
los cristianos reaccionaron y llegaron poco después hasta Sevilla. En 1090
desembarcan los almorávides de nuevo ya con la idea de ocupar y administrar
Al-Andalus. De 1090 a 1145 Al-Andalus fue una provincia almoravid y fue gobernada desde Marrakech. Se
nombran jefes militares familiares de Yusuf en las ciudades y se enviaron
eruditos religiosos para la regeneración religiosa. Yusuf y su hijo Ali
(1106-1143) nombraron gobernadores leales que levantaron de nuevo Al-Andalus y
mantuvieron a raya a los cristianos. Pero no pudieron consolidarlo debido a la
presión cristiana (y el espíritu de cruzada) y la creciente amenaza de los
almohades (un nuevo movimiento religioso).
2. Los almohades (1121-1269)
De nuevo un
movimiento religioso del Magrib vino a salvar al-Andalus de sus dificultades
internas y de los cristianos. Tenían varias cosas en común con los almorávides:
eran beréberes, una fuerte base religiosa y un desarrollo similar, y además
tuvieron un papel semejante en al-Andalus.
Los almohades
crean su imperio a expensas de los almorávides que destruyen y en pleno
enfrentamiento cruzado.
Con la caída
de Marrakech se vuelven a formar Taifas en al-Andalus y numerosos territorios
caen en manos cristianas. Los almohades se interesan por al-Andalus y dominan
Sevilla (1147), Córdoba en el 1149, Granada, Baeza, Jaén, Almería en 1157.
Conquistaron todo al-Andalus y lo unificaron solo a partir de 1173 y hasta que
la batalla de las Navas de Tolosa en 1212 inicia su derrota y abre el camino de
Andalucía a los cristianos.
Las dinastías
bereberes carecían de un fuerte gobierno central y distribuyeron la
administración de provincias entre familiares y jefes militares que a menudo se
independizaron e incluso rebelaron contra el gobierno central, esto ocurrió en
al-Andalus y el Norte de África. La situación del imperio nunca pareció estar
estable.