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Conquista y romanización: la pervivencia del legado cultural romano en la cultura hispánica.

La conquista de la Península ibérica por los romanos se inició en el contexto de la Segunda Guerra Púnica (219-201), ocupando el este y el sur de la Península, consolidándose en 197 a. C., tras las campañas del cónsul Catón. La segunda fase de la conquista se dirigió a los pueblos del centro y del oeste, que ofrecieron una fuerte resistencia (guerras celtíbero-lusitanas de 154-133 a. C.) ofreciendo símbolos como Viriato o Numancia. Finalmente terminó la conquista con las guerras cántabro-astures dirigidas por el emperador Augusto (29-19 a. C).

El proceso de romanización se inicia con la conquista y supone la progresiva asimilación de la cultura y las formas de vida romanas por parte de los pueblos conquistados. Al igual que la conquista fue un proceso discontinuo y de resultado desigual, siendo esta muy profunda en el área ibérica y menor en el resto de la Península. 

La romanización se llevó a cabo, como en el resto del imperio, a través de los mismos cauces: el establecimiento de una organización administrativa (diócesis, provincias, conventus iuridici) que permita el control del territoriola extensión de la vida urbana (ampliando y transformando la red de ciudades preexistentes y creando nuevas), el ejército (vehículo de difusión de la civilización romana), el asentamiento de ciudadanos romanos en colonias y mediante la concesión de la ciudadanía romana a los indígenas. 

El legado cultural romano se manifiesta, especialmente, a través de la lengua latina que se impuso en casi toda la península, con algunas figuras destacadas en la creación literaria ( Lucano, Qintiliano, Marcial) y el pensamiento (Séneca, Columela, Pomponio Mela). Otros legados fundamentales son el Derecho y las numerosas construcciones (templos, teatros, anfiteatros..) y obras públicas (calzadas, puentes, acueductos), que hoy son parte de un impresionante patrimonio cultural de España.